La Habana.- Una de las fiestas más grandes que mayor satisfacción causa en el país cada año es el inicio del nuevo curso escolar. Pero el del 2020 ha sido atípico; ese jolgorio multiplicado quedó pospuesto en el tiempo. Durante meses, el bullicio provocado por el ir y venir en las escuelas fue relegado por un aislamiento físico obligatorio que para la mayoría de los territorios se rompió el pasado mes de septiembre cuando se retomó el período lectivo iniciado en 2019.
Un extraordinario esfuerzo, articulado con las autoridades del Ministerio de Salud Pública, llevó a directivos de Educación a certificar las condiciones de cada escuela, tocar con las manos centro por centro, conocer los aseguramientos materiales disponibles, el reacomodo de locales, la creación de espacios para responder a las nuevas exigencias de vida en un escenario de COVID-19, y a realizar un trabajo mesurado y profundo con los claustros de docentes para reajustar contenidos, sin pretender perder en ningún momento la calidad del proceso educativo.
El pasado mes de septiembre el curso inconcluso, se retomaba en casi todo el país, excepto en algunos territorios como La Habana, - en aquel entonces en medio de un rebrote-, y en otros municipios que se mantenían en cuarentena. La vida demostró que las medidas adoptadas con anticipación, previendo cada detalle, dieron resultados. El resto del curso se desarrolló de acuerdo con lo previsto, y se pudo vencer una etapa importante, postergada por la presencia del virus y la necesidad de proteger las vidas humanas.
Hoy comienza oficialmente el curso escolar 2020-2021, y también algunos territorios ahora en la etapa epidémica y en su fase de transmisión autóctona limitada, lamentablemente no podrán hacerlo, sin embargo la mayor parte del país comenzará a desandar un período lectivo que tiene el doble de exigencia de otros, porque no se puede descuidar el cumplimiento riguroso de las medidas higiénico sanitarias y a su vez, ofrecer tampoco espacio para propiciar fisuras en el proceso de docente, preservando al máximo la calidad de las clases y el cumplimiento de cada uno de los objetivos previstos para cada grado y tipo de enseñanza.
Y si hay una nación que puede lograrlo con creces, esa es la nuestra, por varias razones.
La primera de ellas vinculada a los nexos existentes entre la escuela, la comunidad y la familia, sinergia que impacta en varias direcciones.
La escuela con la responsabilidad institucional de adoptar todas las medidas de distanciamiento físico, la exigencia en el constante lavado de las manos y el uso permanente del nasobuco dentro de las aulas y el resto de sus áreas. Además de proveer a la institución de los pasos podálicos necesarios y la sistemática desinfección de cada lugar tanto como sea necesario.
Las instituciones docentes han previsto la no realización de actividades colectivas, para evitar concentraciones de alumnos en sus áreas y también las entradas y salidas ordenadas y graduales hacia, dentro y fuera de cada escuela de manera que se evite la coincidencia de un gran número de alumnos en un momento determinado.
La familia es otro eslabón extremadamente importante. Porque es una parte insustituible para la educación y formación de hábitos de vida de sus hijos sobre cómo deben respetar los nuevos códigos de vida aprobados por las instituciones sanitarias, y la necesidad de no bajar la percepción de riesgo, para contribuir a complementar el esfuerzo de las escuelas y llevar a feliz término el período lectivo en condiciones totalmente diferentes.
La comunidad porque lo abarca todo: escuela y familia, y con su influencia, modos de actuar y comunicar en cada barrio, cuadra y hogar puede contribuir a que cada actor de la sociedad sea un protagonista muy activo más allá de las aulas y no solo desde el punto de vista de la protección de la salud, sino para contribuir igualmente a afianzar y extender en el espacio de cada hogar, habilidades que serán necesarias en este período lectivo donde el alumno tendrá que hacer gala de mayores competencias individuales para la realización de trabajos de investigación o tareas integradoras que les permitan cumplir los objetivos de cada clase y profundizar fuera de ella.
Junto a las medidas que se han previsto tenemos en cuenta otras que forman parte de las acciones sanitarias, y que van desde las inspecciones sistemáticas a los centros educacionales para comprobar el cumplimiento de lo previsto hasta el monitoreo de grupos de estudiantes para actuar anticipadamente en algún caso puntual que lo requiera, acción respaldada por la amplia experiencia acumulada en el combate frente a la pandemia.
Cada reto o desafío es una oportunidad. Y así debemos apreciar el curso escolar que hoy comienza, porque exige crecimiento de profesores y maestros, alumnos y padres, y el sistema sanitario. Cada uno de ellos cumpliendo su papel, hará que podamos avanzar cada vez un poco más hasta llegar a la meta deseada.
En el orden sicológico, el inicio del curso 2020-2021 equivale a fortalecer el pensamiento de nuestros niños, adolescentes y jóvenes de las distintas enseñanzas de la educación general, que se reencuentran con su medio y dinámica naturales, a través del intercambio de códigos de interacción propios de estas edades, tras un largo período de aislamiento social más para unos que para otros, que marcó sin embargo a todos. Hoy hablamos de un antes y un después.
Bienvenido el nuevo curso escolar, que desde ya exige responsabilidad colectiva, individual, familiar, institucional y comunitaria, para hacer de este momento otro triunfo en medio de una batalla contra la COVID-19.
Esa confianza en el éxito está dada por la proeza alcanzada durante estos largos meses, que también nos enorgullece como país porque es reafirmación de la capacidad de gestión de nuestro gobierno y la importancia que le concede al curso escolar y a la preservación de la vida.
Desde hoy a las aulas, con mayor responsabilidad.
