Facebook

La publicación de los denominados «papeles de Facebook», un compendio de documentos publicados por un consorcio de diecisiete medios, entre los que se encuentran la CNN, el New York Times y el Washington Post, pone otra vez el dedo en la llaga sobre el papel de máquina expendedora de odio en que se ha convertido la popular red social.

Las nuevas revelaciones aportaron detalles a las filtraciones de la exempleada de la compañía Frances Haugen publicadas hace semanas en The Wall Street Journal y repetidas en sendas sesiones ante el Congreso de EE.UU. y el parlamento británico.

Ahora se sabe que la política de la compañía de anteponer sus ganancias a la desinformación, la falta de control y la ausencia de medidas de precaución internas influyeron en la violencia de las hordas trumpistas que asaltaron el Capitolio de Washington el 6 de enero de 2020.

Según los documentos, tras las elecciones presidenciales en EE.UU. de noviembre pasado, la empresa cayó en la desidia y desactivó las medidas de precaución que se habían tomado para evitar el caos en la jornada electoral. Muchos de los trabajadores que durante los meses previos a los comicios habían formado parte del equipo de prevención contra noticias falsas y contenidos de odio, se tomaron excedencias o cambiaron de cargo, y se dio marcha atrás a decenas de normas adoptadas.

Las nuevas revelaciones dejaron al descubierto que la red social apenas dedica recursos a combatir la información falsa fuera de Estados Unidos, y su efectividad es casi nula en países en vías de desarrollo como India, en este momento el país con más usuarios de Facebook del mundo.

Un informe elaborado por la propia compañía da cuenta de que en 2020 el 84% de las actuaciones contra información falsa en Facebook e Instagram (de su propiedad) ocurrieron en EE.UU., pese a que la gran mayoría de sus usuarios se encuentran fuera de ese país.

Entre otras informaciones, los "papeles" ofrecen más detalles sobre la falta de recursos destinados por parte de la empresa a eliminar discursos de odio, e indican que hace dos años Facebook redujo el tiempo que los moderadores humanos dedican a revisar las quejas de los usuarios por este motivo.

Pero nada, por lo menos hasta ahora, se ha dicho en los nuevos documentos sobre la utilización de Facebook como arma mediática contra aquellas naciones que no resultan del agrado del gobierno de Estados Unidos.

La denuncia de tal conducta empresarial ya la hizo hace unos años otro exempleado de la compañía, Jaron Lanier, en su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. En el capítulo titulado «La Primavera Árabe» el autor apunta:

«La Primavera Árabe fue una ocasión propicia para que Silicon Valley se felicitase de forma entusiasta a sí mismo. Nos la arrogamos como mérito propio: la “revolución de Facebook” y la “revolución de Twitter” eran expresiones habituales en aquella época. Nos reuníamos frente a grandes pantallas para ver a los chavales de la plaza Tahrir de El Cairo enfrentarse a un gobierno despótico, y nos enamoramos. Celebrábamos que ciudadanos normales y corrientes usasen las redes sociales para informar a las fuerzas de la OTAN sobre cuáles debían ser los objetivos de sus ataques aéreos. Las redes sociales pusieron un ejército moderno al alcance de los usuarios normales de las redes sociales».

Aunque han pasado diez años de la Primavera Árabe, la política de Facebook en ese sentido no ha variado mucho, por lo menos, en lo que respecta a Cuba.

Así lo corrobora alguien que parece estar de acuerdo con el uso de Facebook como instrumento de incitación al odio y al terrorismo: la bloguera cubana Yoani Sánchez.

Según la experta en el tema, un personaje inventado durante la administración Bush para que sirviera como megáfono de la propaganda anticubana en las redes sociales: «Cuando en Cuba se iniciaron las protestas el pasado 11 de julio, fueron las cuentas de Facebook y su capacidad de transmitir en vivo las manifestaciones los elementos fundamentales para que una población amordazada por más de un siglo encontrara su voz. La confluencia que se había creado en el ciberespacio, en un país donde el derecho de asociación está gravemente limitado, rompió la barrera de la desconfianza y del miedo que había paralizado hasta ese momento a los ciudadanos».

Y en su comentario publicado por la cadena alemana Deutsche Welle, como para que nadie dude del papel subversivo que la máquina del odio de Facebook juega contra Cuba, agrega:

«Las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea han seguido siendo el escenario fundamental de la rebeldía. La plataforma Archipiélago, principal organizadora de la marcha cívica convocada para el próximo 15 de noviembre, se ha valido del potencial del grupo digital para unir a más de 30 000 miembros. Para ellos Facebook ha sido la única posibilidad de encontrarse y debatir».

La «marcha cívica» a la que hace alusión la también «periodista independiente» pretende ser una reedición de la «rebeldía», o sea, de las acciones violentas ocurridas el pasado 11 de julio en Cuba convocadas vía internet por la «voz» del amo imperial con el fin, de manera oportunista y cobarde en medio de una pandemia mundial, de aumentar y justificar el bloqueo que desde hace más de sesenta años mantiene ese país contra Cuba. Otro intento de implementar, alguna vez con éxito, una Primavera Árabe en la Isla.

Su fe en la capacidad de los algoritmos de Facebook para hackear las mentes con la mercancía del odio es compartida por la anexionista mafia anticubana de Miami, que tras los sucesos del 11 de julio no ha cesado de pedirle al presidente Biden, además de una intervención militar en la Isla, que implemente un plan para ofrecerle internet gratis a los cubanos para, supuestamente, combatir la «censura» del «régimen» de La Habana.

En realidad, desde los días de la Ola Verde iraní, la bloguera y sus amigos de Miami —con la ayuda de la «imparcial» voracidad de ganancias de Facebook y demás redes sociales— sueñan con instaurar en la Isla el «cambio de régimen» y la prosperidad de las «pacíficas democracias» que hoy imperan en países como Libia y Siria.