Haydeé Santamaría Cuadrado y Melba Hernández Rodríguez

El 24 de julio de 1953 Haydeé Santamaría Cuadrado llegó a la estación de ferrocarriles de Santiago de Cuba con un voluminoso equipaje de armas y municiones que serían empleados dos días después en el asalto al cuartel Moncada en una audaz acción militar que devendría Día de la Rebeldía Nacional.    

Allí la recibieron su hermano Abel, segundo jefe del movimiento de la Generación del Centenario,  y Renato Guitart Rosell, quienes tenían la misión de  ultimar detalles de la operación  y crear las condiciones para recibir a combatientes y albergarlos en la Granjita Siboney, en las afueras de la ciudad,  que sería su cuartel general.

Solo un día después, otro tanto haría Melba Hernández Rodríguez del Rey y desde entonces se caracterizaron por su actividad en los preparativos del intento de tomar la segunda fortaleza militar del país, narra en un extenso artículo de cuatro páginas y con diversidad de colores, la revista Verde Olivo en una edición especial por el aniversario 70 del Moncada y también del Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, actual provincia de Granma.

Norberto Escalona Rodríguez es el autor de Haydeé y Melba: mujeres de acero, y basado en el archivo de la Casa Editorial del mismo nombre, cuenta que los primeros hombres llegaron a la finca a las nueve de la noche, mientras las dos jóvenes planchaban sus uniformes, y Fidel Castro Ruz lo hizo  a las 10 en punto.

Desde un inicio, añade, Fidel indicó a las dos que debían permanecer en aquella casa hasta su regreso, pero reclamaron su derecho a participar en la primera línea, lo cual defendió el doctor Mario Muñoz Monroy y sugirió que fueran como enfermeras, que aprobó Fidel para que integraran el grupo, comandado por Abel, que tomaría el hospital Saturnino Lora.

El hecho de que el asalto no se desenvolvió según lo planeado, provocó que los primeros combatientes comenzaron a llegar al Saturnino Lora, perseguidos por la policía y el ejército, y donde Melba y Haydeé, junto al médico Muñoz Monroy, vendaron a sus compañeros para simular que estaban recluidos, rememora Escalona Rodríguez.

Uno de ellos era Abel, continúa, y en medio de la sorpresa, un civil los delató y se enfrentaron a una feroz represión sin límites, que llegó hasta que la soldadesca le sacara un ojo al segundo jefe del movimiento para que hablara, aunque todo resulto en vano.            

Más tarde, por varios días estuvieron en una celda en el Vivac de Santiago de Cuba, sin saber nada sobre Fidel, hasta que por la mañana del primero de agosto supieron de su presencia, la que querían impedir en el juicio por los sucesos del Moncada, pero Melba entregó al tribunal un carta firmada por él y así denunciaron la maniobra.

Ambas formaron parte del grupo de jóvenes condenados  por tales hechos en el mal llamado Presidio Modelo, en la Isla de Pinos, después las trasladaron al Campamento Militar de Columbia y seguidamente al Reclusorio Nacional para Mujeres, de Guanajay, donde cumplieron siete meses de prisión.

El 20 de febrero de 1954 lograron salir de la cárcel  y se dedicaron a editar, imprimir y distribuir La historia me absolverá, que hoja por hoja enviaba Fidel de manera secreta desde su prisión.

Figuraron entre los primeros integrantes al constituirse el Movimiento 26 d Julio en 1955, después Melba viajó a México para colaborar con la organización de la expedición del desembarco del yate Granma en 1956, mientras Haydeé ayudó a Frank País y a otros revolucionarios a organizar el levantamiento armado del 30 de noviembre en respaldo a su desembarco.

Posteriormente, formaron filas de la gesta guerrillera de la Sierra Maestra; la primera en el Tercer Frente Mario Muñoz como auditora; y la segunda enviada a Estados Unidos como delegada del M-26-7 para aglutinar a las fuerzas del exterior y obtener armas.

Tras el triunfo del primero de enero de 1959, permanecieron integradas al proceso revolucionario, afirma por último la revista Verde Olivo en su artículo Haydeé y Melba: mujeres de acero.