Gerardo y Gema

Cuando tomó la mano de Adriana, a la sombra de aquel flamboyán en la casa del abuelo, no imaginó que el sueño de compartir una vida con hijos incluidos parecería un imposible durante tantos años.

No habría dejado de ser padre, no; ya tenía hijos en toda Cuba y más allá, pero el placer de ese bebé en sus brazos, del llanto que se calma con las caricias de papá, le faltaría siempre.

Mas rendirse nunca fue una opción. ¿Rendirnos? No, tanto amor merecía multiplicarse en vidas nuevas.

Ayer, al llegar a casa, Gema lo recibió con las manos cómplices de alguna travesura, mientras Ámbar y Gerardito reían a carcajadas por la alegría del reencuentro con papá. Un abrazo de Adriana coronó la tarde.

La soledad es ahora un recuerdo que se pierde y la felicidad está allí, en el hogar de nuestro héroe, que ahora es también el héroe de sus pequeños. Gerardo Hernández Nordelo vive hoy el final feliz de una historia de lucha y almas grandes, y más allá de donde alcanzan a contar los libros, está el inicio de esas vidas que un día fueron sueños, está cada día de los padres al lado de sus hijos. (Dania Díaz Socarrás/Radio Cadena Agramonte) (Foto: Cubadebate)