La Orquesta Aragón

El día 30 de septiembre de 1939, hace exactamente 80 años, fue fundada en la ciudad de Cienfuegos, por el maestro Orestes Aragón, la hoy agrupación insignia de la música popular cubana y universal, dirigida desde 1984 por el violinista Rafael Lay Bravo.

    “Si tú escuchas un rico danzón […], ponle el cuño es Aragón […]. Si tú escuchas un son sabrosón […], ponle el cuño es Aragón”.

Desde que, en el estelar espacio Alegrías de sobremesa, que transmitía diariamente la Onda de la Alegría, escuchaba los acordes del tema musical que identifica a los estilistas del cha cha cha, mi archivo mnémico evoca a los primigenios integrantes de ese ejemplar colectivo.

Hasta donde yo conozco, solo quedan vivos dos de ellos: el violinista Celso Valdés y el percusionista Guido Sarría (ya jubilados), a este último tuve el placer de saludarlo en el capitalino Teatro América, donde actuara la Charanga Eterna con motivo de su cumpleaños 79.

Ahora bien, esa efeméride —caracterizada, básicamente, por la alegría que conlleva un nuevo cumpleaños de los “aragonísimos”, como los califica la maestra Carmen Solar, Premio Nacional de Radio y Artista Emérita del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) no se presta —en modo alguno— para la añoranza ni la nostalgia. Todo lo contrario, para disfrutar del estilo inimitable de una de las más emblemáticas agrupaciones charangueras, que han llevado nuestros ritmos, genuinamente cubanos, a los más disímiles rincones de nuestra exuberante geografía insular, así como a todo el planeta.

    La Reina de las charangas cubanas está clasificada —sin ningún género de duda— como una de las típicas más populares que ha tenido la mayor isla de las Antillas desde su aparición, en el orbe sonoro caribeño, a finales de la década del treinta de la pasada centuria.

El cha cha cha es —sin discusión alguna— su “plato fuerte”, desde que el maestro Enrique Jorrín (1926-1987), lo creara en los años cincuenta del extinto siglo XX y lo diera a conocer, no solo a lo largo y ancho del archipiélago cubano, sino también por todo el orbe.

El ritmo comienza ligero y las bien acopladas voces que integran el coro están presentes, con la letra romántica o pintoresca, escrita por el compositor. Y signada por el aliento poético (en el caso de un bolero) o por el gracejo criollo que nos caracteriza (si se trata de un cha cha cha o un son montuno), pero sin la más mínima concesión a la chabacanería, el mal gusto o el irrespeto a mujeres y hombres.

Por lo tanto, a la Orquesta Aragón la distingue una verdadera “magia sonora”, que hace inconfundible su estilo, y es el resultado de las caricias melódicas que el maestro Rafael Lay Apesteguía (1927-1982) les hacía a las cuerdas de su violín; caricias extrapoladas —con posterioridad— a los demás instrumentos que configuran el formato charanguero. Al final de cada número, incluido en el repertorio clásico y actual de la agrupación ícono de la música popular bailable cubana, los ingeniosos estribillos, secundados por el acompañamiento sincronizado de los 5 violines, el piano, el bajo y la percusión. Así como los magistrales floreos con la flauta, que recuerdan la presencia espiritual del maestro Richard Egües (1923-2006), refuerzan —¡y con qué solidez!— la interpretación…, que se torna única e irrepetible.

La que “llegó y triunfó” incluye en su repertorio otros géneros musicales: danzón, son, bolero, bolero-chá, cha-onda, así como “piezas más contemporáneas, para estar a tono con la época que vivimos y no quedarnos rezagados […]”. Según declarara el maestro Lay Bravo en una entrevista realizada por el doctor José Loyola, director de la Charanga de Oro, en el espacio Música y más, que transmite los viernes el Canal Educativo de la Televisión Cubana.

Cada integrante de la Orquesta Aragón sabe lo que tiene que hacer para llenar de buena música un teatro, un estudio de grabación, las ondas hertzianas, la pequeña pantalla o un salón de baile. E impregnar de alegría y musicalidad la mente y el alma de sus fieles admiradores, entre los que hay personas de la tercera edad, pero también jóvenes y adolescentes de los dos sexos que bailan al compás de los acordes musicales de la “Orquesta de Casa”. Como la denomina el veterano locutor Eduardo Rosillo (1927-2014), Premio Nacional de Radio, y conductor —hasta su jubilación por enfermedad— del desaparecido espacio vespertino-nocturno Alegrías de sobremesa.

Cuando esa prestigiosa institución cultural, paradigma de la verdadera música cubana, interpreta a los clásicos El Bodeguero, Pare Cochero, Unión Cienfueguera, Nosotros, Sabrosona, entre otros, es la misma Orquesta Aragón de ayer, de hoy y de siempre.