Cubanos abrazándose

A diferencia de otras latitudes, los cubanos somos pródigos en mostrar afectos. Este fin de año no será la excepción.

Una reciente investigación llevada a cabo en Europa reveló que las personas cuando están próximas a la muerte se arrepienten de no haber dicho lo suficiente a su pareja, sus familiares y amigos cuánto los querían.

Los cubanos, como tendencia, no somos tan reservados como los habitantes del viejo continente, y no perdemos oportunidad para expresar abiertamente nuestras emociones positivas o negativas, para gesticular y palmear en el hombro, incluso a desconocidos.

Por eso, este fin de año tampoco faltarán en Cuba abundantes expresiones de afecto y cariño, habrá besos y abrazos al por mayor.

A pesar de que este 2017 fue un año en el que más de un suceso nos ensombreció el semblante, los habitantes de esta Isla seguimos poniendo al mal tiempo buena cara, como indica el refrán popular.

Que lo digan si no los afectados por el huracán Irma el pasado septiembre.

Con vientos sostenidos de hasta 297 kilómetros por hora, el devastador meteoro ocasionó daños por 13 mil millones 185 mil pesos, cifra calculada a partir de la paridad de esa moneda con el dólar estadounidense, causó la pérdida de diez vidas, afectó más de 179 mil viviendas, y, entre otros daños, ocasionó también el colapso del sistema eléctrico nacional en su arrollador embate contra 12 provincias cubanas.

La doctora en Ciencias Meteorológicas Miriam Teresita Llanes, del Centro de Pronósticos del Instituto Cubano de Meteorología recordaba que, considerado el mayor fenómeno hidrometeorológico registrado en la cuenca del Atlántico, generó más energía ciclónica acumulada que dieciocho temporadas ciclónicas juntas.

Pero en un tiempo menor de lo esperado, el país se recuperó. Este diciembre, el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, recordaba en la Asamblea Nacional como “Nuevamente se puso de manifiesto el espíritu de resistencia y victoria de nuestro pueblo, que con organización, unidad, disciplina y solidaridad enfrentó este evento y la etapa de la recuperación”.

Así, en unos 20 días se restableció el suministro de electricidad y agua en toda la Isla, y en solo 62 días fueron restañadas las afectaciones en las instalaciones turísticas, que quedaron listas para acoger la temporada alta del turismo.

Y con el mismo ánimo que inspiran las causas justas, los cubanos acudieron luego masivamente a las urnas, sumando una asistencia de siete millones 610 mil 183 electores, quienes protagonizaron unos sufragios de calidad, con el 91,79 por ciento de boletas válidas, más que en 2015.

Ahora, cuando el año ya se va, los habitantes de esta Antilla Mayor vuelven a dar muestras de amor, de ese que es mucho más que el de dos.

En esta oportunidad, será sobre todo amor a la familia, a los amigos, a la pareja. Y una forma de hacerlo es organizando, lo mejor que se pueda, la despedida del año.

Siguiendo una muy añeja costumbre, cuyas vestiduras se han ido acomodando de acuerdo con las distintas etapas atravesadas por la nación, la más importante tradición de la familia cubana es esperar juntos el fin de año, al menos, así lo suscribía a Cubahora la socióloga Adriana Ricardo Díaz, de la Dirección de cooperación internacional de la Oficina del Historiador de La Habana.

“El fin de año es un código que comunica a todo el mundo como cubanos, y también con el resto del mundo, porque todos celebramos el fin de año”, aseguraba la estudiosa.

Y en esa reunión especial, no falta casi nunca la famosa cena de fin de año. El principal “invitado” a la mesa es el puerquito asado, que no tiene que ser completo, pero, al menos, un pedazo deja revolotear sus aromas sobre el mantel familiar.

La mágica fragancia del ajo, el orégano, comino y el limón o naranja agria fundiéndose con las grasas del animalito en el horno o en púa, es de esos sellos que acompañan al 31 de diciembre en Cuba.

Revolotea el aroma por las cocinas, se escapa por las ventanas desde que el último día del año empieza a despertar, y, cuando llega la noche y todo ocupa su asiento en la mesa, se combina entonces con los olores vapores del congrí recién servido y la yuca humeante con su mojo criollo.

La ensalada de lechuga y tomate casi nunca falta, aportando su toque de color y salud, que combina con algún dulce, generalmente casero: un flan, un pudín, casquitos de guayaba...

Claro que es solo lo más usual, porque hay quien prefiere comida italiana, o china, o mariscos, o quién sabe qué.

Algunos igual optarán por la también añeja costumbre de tirar agua para botar lo malo del año, o de salir con una maleta a dar la vuelta a la manzana, o quemar un muñeco que simboliza al viejo año.

Pero lo que todos, todos los cubanos prefieren cuando suenan las doce campanadas y expira el último minuto del año dando paso al nuevo, es recibir y dar un buen abrazo, un beso, un estrechón de manos.

Con esa franqueza que da el mirar recto a los ojos y, desde la esquina más genuina del alma, desearle al otro, y escuchar de otros, que el año nuevo sea muy bueno, lleno de felicidad, armonía, salud y prosperidad.

Eso nos deseamos los cubanos y juntaremos hombros para lograrlo. Como primer paso, para preparar bien el terreno, a las 12 de la noche de este día 31, derrocharemos besos y abrazos a borbotones. ¿Hay un abono mejor?