Papito, como le dicen sus hijas y nietas, “luchó” su tarjeta de movilidad para poder salir a las calles pinareñas en este periodo de pandemia en el cual las autoridades provinciales han tomado la medida de que, por cada casa, solo una persona está autorizada a permanecer fuera para abastecer a la familia.
Finalmente comprendió que él no podía encargarse de esos menesteres.
Antes de la llegada a Cuba de la pandemia, Alfredo, como se llama mi abuelo materno, se levantaba bien temprano en las mañanas a comprar pan, no pocas veces se cayó aun conociendo de memoria el camino hasta la panadería, pues a pesar de que vejez no es sinónimo de discapacidad, sí es cierto que en esa etapa se produce una disminución de las capacidades psicomotrices, intelectuales y de la memoria.
Sus mañanas transcurrían en un constante ir y venir. En todos los puntos de venta de la ciudad es conocido, sin embargo, la COVID-19 lo ha obligado a permanecer en asilamiento, aunque a cada rato suele escaparse.
Papito sabe, porque la televisión y su familia se lo repiten una y otra vez, que las personas de la tercera edad tienen un riesgo más elevado de mortalidad, al punto de que quienes rebasan los 80 años mueren a un ritmo cinco veces mayor que el promedio.
Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha manifestado que se estima que el 66 % de las personas de 70 años o más tienen al menos una afección subyacente, lo que los coloca en un mayor riesgo de impacto severo por el coronavirus. Él, recién cumplió 84 y padece de diabetes, hipertensión, cardiopatía, gota e hipotiroidismo.
(Foto:Lili Chang Olivera/Cubahora)
Como mi abuelo hay muchos casos en Cuba, ya que según la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población 2017 (ENEP 2017), que abarcó a todo el país, la población de 50 años y más en la Mayor de las Antillas está compuesta hoy por más de un millón de personas, las que se irán incorporando a la población que ha arribado a su sexta década de vida en los próximos diez años.
De igual forma, ese último grupo poblacional representaba el 18,3 % del total de habitantes a partir de lo arrojado por el más reciente Censo de Población y Viviendas en Cuba, realizado en 2012. En la actualidad, constituye el 20,7 % y para 2030 será el 30 %, casi un tercio de nuestra población.
Esos datos reafirman que Cuba es una de las naciones más envejecidas de América Latina, a la vez que sugieren que para el año 2050 será uno de los países con mayor número de ancianos en el mundo. Tener conocimiento de estas tendencias demográficas no puede ser más un motivo de alarma que de acción para revertir el contexto y, sobre todo, para prepararnos de cara a este fenómeno, donde el cuidado del adulto mayor sea un objetivo primordial.
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(Foto:Lili Chang Olivera/Cubahora)
“Llegar a viejo” no debe ser visto como un castigo, sino como un privilegio. Es posible envejecer de manera saludable, pero para ello es imprescindible, además del autocuidado, la atención de la familia y de los organismos de salud del país.
En todo nuestro territorio nacional existen cátedras del adulto mayor, hogares de ancianos, círculos y casas de abuelos, gimnasios biosaludables, erogaciones para el financiamiento y producción de prótesis estomatológicas y auditivas, bastones, sillas de ruedas, servicios ópticos, destinados a la protección y cuidado para los cubanos que arriban a la tercera edad.
- Consulte además: Cuba, población de 60 años y más (Parte I) (+Infografía)
Este envejecimiento sostenido, donde en tan solo siete años la proporción de personas mayores se ha incrementado en más de dos puntos porcentuales, no es un fenómeno solo de Cuba, sino que para 2050 la población mundial de personas mayores de 60 años se duplicará, lo cual tiene fuertes implicaciones para el desarrollo sostenible.
(Foto: Lili Chang Olivera/Cubahora)
En medio de la crisis sanitaria que vive hoy el mundo, los adultos mayores presentan una elevada vulnerabilidad ante el azote del coronavirus, quienes forman parte del grupo de alto riesgo de mortalidad ante la pandemia.
Esta situación, de acuerdo con la ONU, impacta en el incremento de los niveles de pobreza y discriminación hacia las personas de la tercera edad con respecto a la atención y asistencia médica, así como al acceso a los servicios de salud esenciales, especialmente en países en desarrollo.
En este contexto llega del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que desde el 15 de junio de 2006 se celebra de forma anual en todo el planeta, con el fin de denunciar el maltrato, abuso y sufrimientos a los que son sometidos muchos ancianos alrededor del mundo.
(Foto: Lili Chang Olivera/Cubahora)
Protección de las personas mayores durante la COVID-19 y más allá, fue el lema escogido por la ONU para festejar la fecha en el año 2020 y también en este 2021, dada la vigencia del tema.
El maltrato a los ancianos es un problema social que persiste, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, y que no es abordado con la fuerza que requiere. En esa irreversible última etapa de la vida comienzan las transformaciones mentales y físicas progresivas, propias de la edad, por lo que se necesita una atención directa y especializada.
El no recibir la atención médica debida durante la pandemia es también una forma de maltrato. Las personas de la tercera edad tienen los mismos derechos a la vida y a la salud que todas las demás. Hacer valer sus derechos debe formar parte del actuar diario, y no ser solo una celebración, sino una batalla constante.
No más de 5 días seguidos ha estado Papito sin salir de casa. No obstante, comprendió que atender a sus pollos, limpiar el patio y sentarse en el balcón a regañar a quien pase con el nasobuco mal puesto, también puede ser entretenido.